Tecnovirus: el contagio  mediático

Ricardo Viscardi

UdelaR

Parte II

Tecnovirus: el accidente mediático

Cuarentena: el “tiempo irreal”

La expresión “tiempo real” designa la interface entre dos sistemas, naturales o artificiales, que producen conjuntamente un efecto acorde a una misma escala temporal[1]. Si se chatea a distancia con un interlocutor, aunque se trate de personas que se encuentran en las antípodas del globo, el intercambio se sostiene a través de un medio cibernético, en una secuencia temporal (entre las máquinas) acorde a la conversación presencial entre las partes. El uso del término “tiempo real” privilegia la referencia cibernética, por lo tanto, “tiempo real” asigna condición “real” a la interface que vincula, entre sí, a dos (o más) artefactos. No estamos ante realidad natural, sino ante realidad artefactual, es decir, constituida por la inteligencia humana.

En cuanto favorece los vínculos mediáticos (por ejemplo, mediante plataformas de conferencias virtuales), la conexión a distancia en “tiempo real” configura la condición de posibilidad de una paradójica campaña de opinión universal, ya que se propone lograr por medio de artefactos, el mayor aislamiento posible (“distancia social”, o más acertadamente, “distanciamiento físico”), como efecto de la vinculación establecida a distancia. Puede afirmarse, tanto por derivación conceptual como terminológica, que los medios han promovido un “tiempo irreal” al difundir, en “tiempo real” de interface, la prescripción de privar al Coronavirus de todo contacto público proclive al contagio.

Un “tiempo irreal” de confinamiento le debe la existencia, sobre todo mediática, al “tiempo real” de la relación mediada por artefactos, en cuanto esta mediación se ha convertido en el agente más eficaz para inhibir la propagación del Coronavirus. Para contener la circulación patógena del virus se ha recurrido al “tiempo real” habilitado, a su vez, por el parque tecnológico disponible.

Cierta concomitancia estratégica entre la viralidad cibernética y la viralidad biológica, en aras de limitar a escala mundial el contagio por Coronavirus, pone de manifiesto un vínculo riguroso, tanto de índole pública como cibernética, entre el uso sanitario de los medios de comunicación y la infección provocada por el Coronavirus.

El accidente global

Como efecto del “tiempo real” de la cibernética, la realidad natural de la Modernidad colapsa, víctima necesariamente paradójica de su creatura: Frankestein. McLuhan señalaba la catástrofe que podía acarrear un mundo gobernado informáticamente, en cuanto la conexión generalizada, habilitada por la tecnología determinaría, con su accidente, un colapso mundializado[2]. La misma percepción de una accidentalidad generalizada es planteada por Virilio[3], en cuanto las estrategias tecnológicas (militares, informativas, demográficas) conllevan, en “tiempo real”, la posibilidad del “accidente de los accidentes”, es decir, el “accidente global”. La índole funcional de la información globalizada conduce a la disolución del sentido, ante la desaparición de toda destinación otra que la eficiencia del propio sistema (en el canal de Shannon, tanto el emisor como el receptor son “cajas negras”, silenciadas en aras del cálculo informático). Como lo dijera Baudrillard, “el cristal se venga”.

La venganza ocurrió en Wuhan, cuna del Coronavirus, lugar que se constituyó (en “tiempo real”) en origen de la infección. Ese lugar trasciende, desde entonces, un ciclo natural de reproducción virósica del animal al humano (zoonosis), según una alternancia cíclica del tipo evolución-(biológica)//revolución-(inmunológica). Wuhan subraya en rojo un hipervínculo de “link”, sobre el que “cliquea” un mundo de gente previamente globalizada: un “accidente global”, tal como lo describieron McLuhan y Virilio.

La mediación va por adentro

Describiendo la situación por la que atravesó en su infancia, cuando el ejército alemán invadió Francia y particularmente su ciudad natal, Nantes, Virilio señala que no existe resistencia sin ocupación. En cuanto el territorio francés fue ocupado por el ejército bajo las órdenes del gobierno nazi, los franceses desarrollaron la resistencia porque lo propio les era mancillado por el invasor[4]. Esta dialéctica entre ocupación y resistencia se potencia ad infinitum cuando la interface cibernética vincula “en tiempo real” a cada quien con otros tantos destinatarios y destinadores on-line. Como lo ha señalado McLuhan, la frontera se convierte, en ese caso, en “resonancia”[5]. Que la frontera se convierta en resonancia resuena, ante todo en la memoria de nuestra civilización, es decir, en la metafísica, ya que esta recibe incluso su nombre, de un límite entre la física y lo que está más allá de ella. Por esa razón se puede abordar la metafísica, como lo sostenía Silva García[6], en tanto que “cuestión de los límites”. Esta cuestión de los límites es asimismo la cuestión central del criticismo en Kant: no sobrepasar los límites de la razón, reconocer los límites que impone la experiencia de los sentidos.

Lo que denominamos “tiempo real” es global porque mundialmente ilimitado, pero asimismo, es ilimitante en tanto que confín que se da cada quién desde la propia mirada, sobre todo cuando tal horizonte se instala desde una consola doméstica. Cierta proporción entre lo ilimitado y lo ilimitante corresponde, en el planteo de Virilio, al análisis del vínculo entre ocupación y resistencia, que trasunta el propio título de su libro: “La administración del miedo”. Miedo a quedar fuera del proceso económico mundial, miedo a ser avasallado por la inseguridad, miedo al ataque informático, miedo al Coronavirus. Pero asimismo miedo paradójicamente administrado por cada quien, en el cotejo entre inseguridad y justicia, tecnología y trascendencia, Coronavirus y gubernamentalidad.

Si los griegos entendieron la cuestión del ser a través de paradojas, es decir, la discusión de opiniones contradictorias entre sí e igualmente verosímiles, seguramente la misma discusión se encuentre incluso más vigente al presente, en cuanto la interpelación mediática tiende a confundir el miedo a la crisis (de seguridad, económica, sanitaria, etc.) con la existencia crítica (en el pensamiento) de cada uno. Esta paradoja quizás sea la del Coronavirus, sobre el que se predica la unidad del Cuerpo Social, aunque por separado en la distancia, para lograr que los anticuerpos puedan poner coto a la enfermedad en cada quien, en razón del accidente global que cundió mediáticamente desde Wuhan.

[1]La búsqueda no conduce a información académica específica sobre “Tiempo real”, mientras la propia la discusión on-line en Wikipedia  no presenta referencias externas. Ver «Tiempo real”, Wikipedia. Recuperado de: https://es.wikipedia.org/wiki/Tiempo_real

[2]McLuhan, M. (1996). Comprender los medios de comunicación. Buenos Aires: Paidós,  p.347.

[3]Virilio, P. (1998). La bombe informatique. Paris: Galilée, p. 148.

[4]Virilio, P. (2010). L’administration de la peur. Paris: Textuel, pp. 15-16.

[5]McLuhan, M., Powers, B.R. (1993). La aldea global. Barcelona: Gedisa, p. 149.

[6]Ver al respecto Viscardi, R. “Mario Silva García: la universalidad de un pensador uruguayo”. Recuperado de: https://ricardoviscardi.blogspot.com/2012/01/mario-silva-garcia-la-universalidad-de.html

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